Divagaciones en un Aeropuerto. «Es Caos…»

Si pudiera explicar todo lo que siento, si pudiera decir todo lo que pienso… No sé si hay palabras para tan ardua labor; y si las hay no las encuentro, y por no encontrarlas no las escribo, y por no escribirlas no las expreso. Y si es más fácil escribirlas que dotarlas de sonido no sé qué saldrá entonces de mi garganta cuando lo intente.

Si pudiera volver atrás, si pudiera hacer del tiempo olvido y del olvido, felicidad… entonces, y sólo entonces, podría encontrarme cara a cara con ello y escribirlo, y explicarlo, y contarlo y plasmarlo. Porque es una cadena de errores, uno tras otro, cada cual lleva al siguiente, de forma casi automática; y del automaticismo el caos y del caos la desesperanza y de ésta la desilusión, el desengaño…

Si tuviera una goma o un borrador para eliminar los errores, si tuviera un ungüento para calmar el dolor… sé que sólo así podríamos volver a empezar de cero, y del cero otra vez la inocencia y, sin embargo, de la inocencia la ignorancia y de la misma de nuevo los errores.

Pero ni tengo, ni puedo y tal vez, sólo tal vez, ni siquiera quiera. Y por no querer, ni tengo, ni puedo… ¿Será ese el problema? Por lo tanto de los errores se aprende y se avanza y no es posible ni eliminar, ni sustituir, ni cambiar, ni expresar, ni sentirlo, ni enorgullecerse.

Es así, es la cruda realidad; el azote, el vendaval, la misma, única, inmutable, persistente y universal verdad. Que no queda otra, es pararse y morir o continuar, aprender, avanzar e insistir, sobretodo insistir y ser vehementes, perspicaces, tenaces y arrolladoramente valientes, aún con miedo… aún con dudas, aún con dolor y el corazón roto; la Cabeza llena de ideas, imágenes y recuerdos y el Cuerpo tratando de seguir a la Mente, la Mente que se quiere cambiar por el Corazón y el Corazón sintiéndose culpable por no haber sido como la Razón…

Porque la vida es así, es caos, es complicado… Algunos le quitan peso y el peso se va acumulando en su espalda, porque el peso no se destruye, se esconde, se esconde hasta que llega la gota que colma el vaso, ese peso que de repente te rompe, te hace ceder y caer, ves el abismo bajo tus pies… Otros se echan más peso del que es y una de dos, o ceden más rápido o lo llevan durante menos tiempo y trayectos más cortos.